Hoy es el primer día que nuestros compañeros de ACNUR nos acompañan al municipio de Soacha, al sur de la capital de Bogotá, conformando unos 400 barrios de los cuales 50 son asentamientos ilegales y sin apenas servicios públicos. De los 466.938 habitantes de Soacha, 45.475 son las personas reconocidas como desplazadas por la violencia. Estas son las cifras escalofriantes que Nieves Batres, responsable de zona en Soacha de ACNUR, me trasmite en el viaje hacia el municipio.
La violación de los derechos humanos, me cuenta, merece una mención especial y a la vez una reflexión. Se encuentran los casos de desaparición y posterior ejecución de varios jóvenes que fueron reclutados por particulares y luego entregados a la fuerza pública para que los ejecutaran extrajudicialmente y los hicieran aparecer como dados de baja en combate. Esta situación se ha conocido en Colombia como “falsos positivos”, repitiéndose en varios lugares del país.
Llegamos a Altos de la Florida. Es difícil de explicar la visión de sus casas o, más bien, chabolas y de sus calles sin asfaltar. Si hay algo que destacaría singularmente son esas miradas profundas de sus gentes a unos forasteros sobre los que quizás se pregunten: ¿qué vendrán a hacer aquí? Poco a poco, y gracias a los compañeros de ACNUR, fui conociendo a familias que, de una u otra manera, deseaban conversar con ese forastero que mostraba cierto interés en las historias de sus vidas.
Me llevaron a descubrir el proyecto de la escuela que estaba en obras, promovido por ACNUR para acoger a más de 125 niños, entre 3 y 5 años y entre 7 y 14. Allí pude conocer a algunas de las profesoras y a su coordinadora.
Tras un intenso día de contacto con las gentes del lugar, regreso al hotel. Mañana estaré de nuevo allí.